El fenómeno de las Exposiciones (1873, 1878, 1929) y su valor como foros de construcción y difusión de la arqueología en Europa. INVESTIGADORA PRINCIPAL: Trinidad Tortosa Rocamora.


El fenómeno de las Exposiciones (1873, 1878, 1929) y su valor como foros de construcción y difusión de la arqueología en Europa.
El fenómeno de las Exposiciones (1873, 1878, 1929) y su valor como foros de construcción y difusión de la arqueología en Europa.
El fenómeno de las Exposiciones (1873, 1878, 1929) y su valor como foros de construcción y difusión de la arqueología en Europa.

Este proyecto viene precedido por resultados que anuncian la eficacia de esta vía de estudio abierta hace ya unos años. Un camino que tiene como origen, el estudio de la arqueología que representa a España en diferentes Exposiciones (Universales o internacionales). Entonces concluíamos el estudio que nos permitía comprender el valor de estos foros atendiendo a las exhibiciones de Roma organizadas en 1911 y 1937 (Tortosa –ed.- 2019): catálogo de piezas –vaciados, maquetas y fotografías- , personas e instituciones que seleccionan los objetos arqueológicos, la mirada de la prensa y las revistas que se hacen eco del impacto de estos eventos… En esta ocasión, siguiendo pautas metodológicas ya acreditadas para el trabajo citado, planteamos la investigación de dos Exposiciones Universales que fueron importantes en el contexto europeo: la de 1873, organizada en Viena (Austria) y la de 1878, en París. Como contrapunto a este contexto de finales del siglo XIX, nos parece oportuno integrar –como espacio de comparación nacional-  el estudio de la Exposición Internacional de Barcelona, organizada en 1929, con una relevante  importancia para la arqueología y que coincide en el tiempo con la Exposición Iberoamericana de Sevilla, sin que entre ambas presenten aspectos comunes en sus contenidos.

En estas exposiciones, no sólo se presentan las innovaciones tecnológicas que vendrían con el tiempo, a cambiar el estilo de vida occidental –p. ej.  el teléfono que G. Bell presentaba en la Exposición de Filadelfia en 1876-, sino que, sobre todo, sirvieron de escaparates culturales en el sentido amplio del término. Allí se daban cita, tanto especialistas como visitantes, convirtiéndose en espacios globalizadores que estimularon las expectativas turísticas. Recogemos el dato de la visita de B. Pérez Galdós (Memorias de un desmemoriado, 2020: 28-29) a la Exposición Universal de París, de 1867: “… al aproximarse el verano del 67 llegó a Madrid una persona de mi familia… y me dieron la grata noticia de que me llevarían a París a ver la Exposición Universal, el acontecimiento culminante de aquel año”. Estos espacios se transforman, como punto final, en foros simbólicos e identitarios donde convergen el pasado, el presente y las miradas esperanzadoras hacia un futuro prometedor de bienestar social; no exento de algunas voces críticas que se levantaron para mostrar su desacuerdo con ese cambio de vida que, entre otras razones, proyectaba un distanciamiento de los vínculos con la Naturaleza y con estilos de vida menos agresivos.

En este contexto, la arqueología, presentada por cada nación participante, recogía desde los nuevos hallazgos que el siglo XIX iba alumbrando hasta los debates en torno a la conformación de la propia disciplina arqueológica cuyos aspectos se debatían en los congresos científicos organizados con motivo de las exhibiciones. Una de las peculiaridades de estas muestras es el hecho de que, en lugar de piezas originales, en ocasiones  se envíaran vaciados. En la investigación desarrollada en Roma, pudimos encontrar las copias remitidas por Hispania a Roma en 1911, depositadas en el Museo della Civiltà Romana, quizás, en este estudio que ahora planteamos, localicemos algunas de las que entonces se remitieron.